Hoy le pesan las pestañas a Gabriel, y nos levantamos tarde. No estamos preparados para el día que nos espera: hace ya un tiempo que no podemos conectarnos a internet, y debido a que ayer cambiamos de plan, y en lugar de subir al monte Unzen, fuimos por la costa oeste de la península de Shimabara, ni siquiera sabemos cuántos kilómetros nos separan de Nagasaki. De hecho, ahora que nos vamos a acostar, seguimos sin saberlo, ya que el calor de hoy era tan insoportable que no lo ha resistido ninguno de nuestros cuentakilómetros. En todo caso, no hemos podido llegar hasta nuestra meta, aunque tampoco nos lamentamos por ello.
El trayecto hasta Nagasaki es durísimo, tanto por sus
cuestas como por su cruel verano. Ainhoa se vuelve a caer esta mañana (otra
herida superficial) y acaba con un golpe de calor, asistida por los enfermeros
de un geriátrico. Definitivamente, es la pupas de la pareja.
Discutimos, nos decimos tonterías, nos sofocamos (¿por qué
no hay árboles en las subidas de hoy?). Son ya las 17:30, aún nos quedan 10
duros kilómetros por delante (más pesados por el desánimo que por el desnivel).
En una hora ya empezará a oscurecer, y nos estamos volviendo locos preguntando
a la gente de por aquí, Minaminagasaki, dónde hay un hotel cercano. Después de
preguntar a 4 personas, caemos en la cuenta de que nos están indicando un hotel
en Nagasaki. Nos acercamos al jardín de un templo budista, donde un hombre
contempla un árbol en flor. Ainhoa le pregunta dónde hay un lugar cercano para
dormir… y empieza a volverse loco. A los pocos minutos, tenemos a cuatro
personas alrededor de nosotros, discutiendo en japonés. Una monja budista habla
un poco de inglés, e intenta convencer a su superiora de que nos quedemos en el
monasterio. La monja mayor no quiere porque cree que somos americanos, pero
cuando le decimos que venimos de España (vistazo al pasaporte incluido), la
cosa cambia. Aprovechamos el regalo de Jose y Rosita, y nos alojamos en este
lugar increíble. Después de asearnos y vestirnos con unos kimonos, las monjas
nos dan de cenar una comida abundante y deliciosa en una estancia de belleza
sencilla. Nuestra habitación nos lleva a otro tiempo y lugar, conectados con el
presente por medio de la televisión y el aire acondicionado. No podemos dejar
de dar las gracias a tantísima gente por convertir este viaje en una
experiencia vital, a años luz de unas meras vacaciones.
qué guapos estais,y tu moreno, Ainhoa me encanta.Parece pekin spres, parece que en cualquier momento se verá a Paula Vazquez.Es broma todo esto me emociona mucho.Merche
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