Como ayer nos quedamos al principio del camino en lugar de a
la mitad, eso significa que hoy volveremos a superar los 100 km de ruta. Menos mal
que por el Shimanami Kaido se rueda muy bien. O al menos, Ainhoa puede rodar
muy bien. La bici de Gabriel está en las últimas. Ya no puede meter el plato
grande, con el mediano sólo le entra una marcha, y con el pequeño, otra. La cadena
se sale constantemente y, por si fuera poco, volvemos a tener un fuerte viento
en contra. ¿Aguantará?
Completamos el Shimanami recorriendo los 6 km del último
puente del recorrido y enseguida llegamos a Imabari, donde visitamos el
castillo (así, como si nos sobrara el tiempo y no nos estuvieran esperando). A lo
lejos, ya vemos las nubes negras que avisan tormenta. Lo que faltaba.
Desde Imabari hasta Niihama es puro llano, pero la bici de
Gabriel tiene una velocidad punta de 12 km/h, si no hay baches. Así no podemos
seguir. Gabriel dice que en cuanto veamos un taller, la reparamos… y, como
siempre, los kamis nos están escuchando:
a los cinco minutos aparece un taller de bicicletas junto a la carretera. Ni siquiera
pensamos en la hora que es, le mostramos el problema al técnico y lo arregla
prácticamente en el momento: el casete se había desviado y la cadena estaba
dada de sí, así que se cambian las dos cosas, se ajustan otra vez todos los
cambios, una pequeña puesta a punto… ¡y bici nueva! Pasamos de los 12 a casi 40
km/h para poder llegar a Niihama antes de que anochezca. Pero entonces se pone
a llover o mejor dicho, a diluviar. En algunas zonas de la carretera el agua
nos llega hasta los tobillos. Estamos completamente empapados, ya es de noche,
y tenemos que buscar la casa de nuestro anfitrión, que alcanzamos a eso de las
siete y media. Una ducha caliente, una cena rica, unas cervecitas y ya estamos
recuperados.