Hoy es un día triste en Japón. Se cumple un año de uno de los desastres naturales más terribles que han azotado el archipiélago en los últimos tiempos, amplificado aún más por la modernidad: la alta densidad demográfica actual por un lado, y las nuevas tecnologías por el otro. Japón siempre ha estado a merced de los elementos, pero en nuestros días cualquier evento queda magnificado en un país que, pese a estar bien preparado para recibir semejantes ataques naturales, sufre las consecuencias de la sobrapoblación y de la escasez de materias primas, que les ha llevado a depender en alto grado de la energía atómica (aquella que parece perseguir el destino actual de Japón, tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki).
No vamos a deleitarnos con imágenes de la destrucción. No vamos a llenar más páginas con llantos, cadáveres e ilusiones rotas. No tenemos ningún interés en la difusión a través del morbo. Bastante horror pudimos ya contemplar los días posteriores al terremoto y tsunami, bastante empachados vamos a quedar hoy de ver barcos empotrados en los tejados de las casas, y de japoneses sollozando sobre una escombrera. Nuestra intención es entender qué pasó, qué es Japón, cómo podemos aprender de un pueblo que, sin ninguna excepción a lo largo de su historia, siempre se ha sobrepuesto.
Hablar de Japón es hacerlo de terremotos, volcanes, tifones, inundaciones, ventiscas, condiciones climáticas extremas, fortísimas corrientes marinas que se estrellan contra relieves escarpados.
Contando
con el archipiélago Ryukyu y con la isla de Hokaido, Japón se extiende desde los 24º a los 45º Norte, recortando la silueta
de un arco sobre los mares que bañan Extremo Oriente. Aunque la
latitud japonesa está comprendida en la misma franja que va de Marruecos a los
Países Bajos, el clima es bien distinto del europeo, influido por las
corrientes marinas y por los monzones. Por regla general, se puede decir que
los veranos son mucho más calurosos y húmedos, y los inviernos más fríos,
incluso en latitudes más meridionales. Por ejemplo, en Kagoshima, se registra
una media de 7 días de nieve al año. Es la región de
los monzones y del cultivo del arroz, que engloba países como el sudeste de China,
Filipinas, Camboya, Tailandia, Indonesia, Taiwan.
Frente a
las tradicionales 66 provincias, hoy está dividido en 46 prefecturas, agrupadas
por regiones. Por un lado, las islas de Hokkaido (78.000 km2),
Shikoku (18.000 km2) y Kyushu (36.000 km2) constituyen
regiones en sí mismas, mientras que la isla principal, Honshu (228.000 km2),
se divide en varias regiones: Tohoku (corresponde con el norte de la isla),
Kanto (región central, donde se sitúa Tokyo), Hokuriku (litoral del mar de
Japón), Tokai (también llamada región de Nagoya), Kinki o Kansai (donde se
hallan Osaka y Kyoto) y Chugoku (Oeste).
Japón se halla en la la
periferia del continente asiático,
junto al océano más extenso del planeta. Se trata de un archipiélago que reúne condiciones naturales para el
aislamiento, tanto con el contienente, como en su interior. El mar puede unir o puede aislar: puede ser un puente entre islas como fue y es el Mediterráneo, o una trampa peligrosa, como es en el caso del Mar de Japón. Dentro dela isla, las condiciones más
favorables de poblamiento se daban y se siguen dando en la costa oriental.
Por tanto, la posibilidad de creación de una civilización orientada a la
navegación (por su cercanía a China y Corea) quedaba también
truncada. En cambio, la navegación se orientó hacia el mar interior de la costa
Este,el archipiélago en torno al Shikoku, que dio lugar a una navegación
costera. Ese aislamiento no es sólo se da hacia el exterior, sino también hacia las
pequeñas comunidades que quedan semiaisladas debido al abrupto relievede las islas, resultado de la actividad
volcánica. Las montañas, dientes de sierra que recorren el archipiélago, fueron reverenciadas por los japoneses como moradas de los dioses, pero los ríos, la mayoría innavegables, que
discurren furiosos los pocos kilómetros que separan las cumbres más altas del
mar, solían ser sólo un obstáculo. Los torrentes fluyen en valles en V, con
numerosos meandros que sortean la difícil orografía del terreno. Además, no
todos los ríos pueden usarse para irrigar la tierra, ni hay posibilidad de que los peces puedan vivir en sus aguas debido a que algunos de ellos arrastran ácidos y materiales volcánicos.
El
profesor Derruau afirmaba sin miedo que “Japón es una montaña”. Y
concretando un poco más, su relieve consiste en “unas guirnaldas montañosas,
sembradas de volcanes, que se elevan sobre pequeñas terrazas costeras o bien
caen al mar abruptamente". Un
relieve que se generó a finales de la era terciaria gracias al empuje orogénico
unido a la actividad volcánica. Son muy
frecuentes las calderas, que a menudo han sido sumergidas por el agua, ya sea
en forma de lago (como el lago Towada, en Honshu), o por el mar (como en la
bahía de Kagoshima, en Kyushu). Los cristianos japoneses y algunos de los misioneros europeos que acudieron a la misión en el siglo XVII fueron escaldados vivos en sus aguas termales.
Tres
cuartas partes del suelo japonés tienen una inclinacion superior al 15%, lo que da lugar a valles
apartados, con difíciles comunicaciones. Las planicies no suponen más del 16%
del suelo. Las
terrazas son el único modo para conseguir terrenos cultivables en las montañas.
Aunque no optimizan la productividad, son el mejor remedio para evitar la
erosión del suelo. Aproximadamente tres cuartas partes del suelo no pueden
dedicarse a labores agrícolas por su montuosidad.
Japón está muy expuesto a las fuerzas naturales más
destructivas: tifones, terremotos, maremotos y volcanes. Está en plena zona de
monzones, abierto al océano, y sobre la línea defuego del Pacífico. Los tifones, vientos huracanados que azotan la costa Oeste del Pacífico, comienzan a ser intensos en agosto, avanzando
hacia el Este a lo largo de septiembre y octubre, mes donde sepierden en
lasaguas del océano. Son los dueños de los mares y quienes marcaban las
directrices del comercio en el Mar de China.
En el
territorio actual de Japón existen 265
volcanes, de los cuales unos 30 entraron en erupción en el siglo XX, situados
la mayoría en el montañoso sur. Teniendo en cuenta que el número total de
volcanes que han entrado en erupción a lo largo de la era histórica en todo el
planeta han sido unos 540, podemos entender la importancia del porcentaje de
volcanes activos en Japón, con una media de 7.500
vibraciones sísmicas anuales, de las que al menos 1.500 son perceptibles por el
hombre. Aproximadamente
cada 10 años un terremoto de gran escala sacude el país, ocasionando graves
daños. Más aún si en lugar de ser un terremoto es un maremoto, que sueleir acompañado de un tsunami, como sucedió hace un año en la prefectura de Miyagi. Los
volcanes pueden ser destructivos no sólo por la lava, sino también por las explosiones, por los
terremotos, por los maremotos, por las lluvias de ceniza, por los corrimientos de
tierra... y a todo ello están expuestos en Japón.
La climatología tampoco trata mejor a las islas, que recibe la influencia
de la gran masa continental, la periferia del Asia de los monzones, lo que da lugar a estaciones
muy marcadas.
Tanto los vientos del verano como los de invierno vienen
acompañados por fuertes precipitaciones, los invernales además en forma de abundante
nieve. Ambos vienen cargados de agua porque atraviesan grandes masas de mar.
Tres
masas de aire inciden sobre Japón: la masa de aire siberiana (polar,
continental, alta presión), la masa Ogasawara (tropical, oceánica, baja
presión) y la masa de aire de Okhotsk (polar, oceánica, alta presión). La
siberiana envía vientos noroeste durante el monzón de invierno. Inicialmente
muy fría y seca, sufre una modificación cuando toma contacto con el Mar de
Japón, húmedo, templado e inestable. A lo largo de la costa del Mar de Japón
predominan los cielos nublados, que contrasta con los cielos despejados del
Pacífico. El primero va asociado a frecuentes tormentas en forma de nieve,
mientras que en el segundo, el frío se deja sentir de una manera muy acusada
por las noches.
Durante
el verano intervienen las otras dos masas de aire: la de Ogasawara y la de
Okhotsk. La primera envía a través del Pacífico los vientos calientes y húmedos
del monzón del sur, mientras que la segunda es un frente de aire frío que choca
con la corriente de Ogasawara durante 30 días a lo largo de junio y julio,
provocando un clima bochornoso, con lluvias torrenciales pero intermitentes. Cuando se
retira la corriente de Okhotsk, las temperaturas comienzan a subir,
produciéndose las típicas tormentas de verano. Los tifones, que azotan las
costas del Pacífico, visitan Japón desde finales de agosto hasta principios de
octubre. El tifón de 1959, nombrado Ise Wan, ha sido uno de los más
destructivos hasta la fecha, dejando más de 5.000 muertos y desaparecidos, y
más de 35.000 casas destruidas en el Japón central. Entre octubre
y noviembre hay una época de relativa
calma climática, hasta que comienzan a soplar los vientos del monzón de
invierno, que no se marcharán hasta febrero.
Durante el invierno, las temperaturas
son relativamente bajas con respecto a su latitud, por la influencia de la corriente fría, que provoca que nieve en
latitudes muy septentrionales. Pero en verano hace bastante calor, que se hace sofocante debido a la
altísima humedad. Estas condiciones de humedad (en verano el Kyushu tiene unos niveles de humedad y pluviosidad semejantes a la selva amazónica),
unido a la orografía, moldearon los paisajes japoneses: las cumbres nevadas,
los cerezos en flor, los bosques de cedro, los atardeceres a la orilla del mar
con las que cualquier espíritu sensible ha venido extasiándose desde hace
milenios. Dio lugar a una vegetación exuberante, pero nunca absolutamente salvaje. En Japon, el arte
nació de la naturaleza, del mismo modo que la naturaleza fue moldeada y
respetada como una forma de arte de los kami. Esta relación entre paisaje,
arte, religiosidad y tradición, puede apreciarse a día de hoy en el Kumano, una
suerte de Camino de Santiago japonés, una vía de peregrinación que recorre los
lugares más sagrados de la naturaleza japonesa.
Japón es una tierra acostumbrada, resignada a los azotes naturales. Ahora quizá nos asombramos de su capacidad de superación. Desde la tranquila Europa, nos parecen un ejemplo de estoicismo y de saber estar en caso de que el desastre se cebe contra el pueblo. No es heroicidad, es supervivencia. Han tenido que aprender a mirar hacia delante, pero sobre todo a crear un fuerte vínculo con la comunidad que ha hecho posible, una y otra vez, la reconstrucción.
Bibliografía:
- DERRUAU, Max, Le
Japon, Paris, 1967.
- PEZEU-MASSABUAU,
J., Géographie du Japon, Paris, 1979.
- ISHIDA, Ryuziro,Geography of Japan, 1969.