jueves, 15 de marzo de 2012

"Las mujeres no son ciclistas: montan en bici"

   
Aprovechando el parón obligado por lesión, rescatamos un texto que se escribió un tiempo atrás; concretamente, en el punto cero: comprar la bicicleta.

     El otro día casi llego a las manos con un vendedor del Decathlon supermercado del deporte. La razón: intentaba convencerme de que las bicis son unisex, que al ir a comprarla sólo importa la talla. Pero como para otras cosas en la vida, el tamaño no es lo único que importa. Y es que es tan difícil encontrar una buena bici de mujer, que empiezo a entender por qué hay tan pocas mujeres ciclistas (otro día hablaremos del equipamiento: ¿las mujeres no sudamos? ¿alguien ha pensado alguna vez en hacer un sujetador transpirable?).

    Si preguntas a un vendedor por una bici de mujer (incluso en la sección de MBT), lo normal es que lo primero que te hagan ver sean unas maravillosas reformas "especialmente concebidas para nosotras", tales como un cuadro adaptado para llevar falda (genial, cuando voy al monte suelo ir de cóctel), un sillín enorme y mullidito, guardabarros, potencia regulable (¡cuando hay suerte!) y un diseño "cool" y "comfortable".


Esto NO es una bici de mujer

     Bien, vayamos por partes: la dichosa barrita del cuadro se modificó el siglo pasado, básicamente, para que las mujeres no enseñaran las vergüenzas por las ciudades cuando iban con faldumentos (además en muchos casos impide llevar un portabidón). Y no tiene más misterio. El sillín "cómodo" es una trampa a largo plazo: tiene sentido si vas a hacer trayectos cortos, o para una bici de paseo (sí, de esas con cestita; que, por otro lado, para hacer recados por la ciudad son muy útiles). Pero la cuestión es que el sillín está diseñado para que el peso del cuerpo recaiga sobre los isquiones (huesos del culo, para entendernos). Las mujeres tenemos los isquiones ligeramente más separados que los hombres, por lo que un sillín de mujer debería ser algo más ancho. Para aquéllos ilusos que crean haber encontrado la solución al dolor de culo en los sillines de gel, es conveniente que sepan que los sillines duros han sido diseñados así para que el peso caiga sobre el hueso, y no sobre los genitales: en salidas largas, las consecuencias a corto plazo pueden ser entumecimiento genital y daños en los nervios más sensibles. Por ello, la solución es un buen culotte. Si no fuera así, los ciclistas profesionales llevarían sillines de gel, ¿no crees? 

Sillín de mujer sólo apto para salidas cortas, mejor por ciudad
Sillín de mujer adecuado para salidas largas
    












     

     En cuanto a la potencia regulable, son manías mías, pero todo lo que es "regulable" se acaba por "desregular" solo. Es mejor comprar directamente una potencia más corta y un manillar en el que la distancia entre puños sea la misma que la distancia entre hombros. Una bici de mujer tiene que estar adaptada a las diferencias anatómicas. Y en cuanto a la confortabilidad, depende del tipo de bici y del uso, pero hay que pensar que una de montaña ha de tener el sillín colocado prácticamente a la misma altura que el manillar, a no ser que nuestra intención sea acabar con un buen dolor en las rodillas.

            Las diferencias entre una bicicleta de hombre y una de mujer, que aquí se muestran superpuestas, no suelen apreciarse a simple vista.


     Resumiendo: que las adaptaciones sean anatómicas, tener claro para qué vas a usar la bici, y que su ergonomía vaya destinada a evitar lesiones, que eso sí es comodidad.

      Si quieres saber más sobre bicis de mujer, no dejes de visitar la página de Rodadas. Pero no lances la búsqueda "bici de mujer" en imágenes de Google, ¡o sentirás una sensación irrefrenable de odio de género!


martes, 13 de marzo de 2012

Siempre seguir rodando

   
     Las personas que de verdad aman el ciclismo saben que este noble vicio va mucho más allá de subirse a una bici y pedalear: que es la brisa en los días calurosos; la recompensa al esfuerzo en los puertos de montaña; es un guiño cómplice de un compañero o la compañía de tus pensamientos íntimos; es la cervecita al final del día, los chascarrillos con los amigos y la tortilla de patata más deliciosa; es la conversación fortuita con la gente que te cruzas; es el agua que te falta porque se la diste a alguien que la necesitaba más que tú; es, sencillamene, vida.

     Cuando uno deja a un lado la competición, se sumerge en un océano de nuevas sensaciones. La gran mayoría disfruta de las salidas de fin de semana, especialmente ahora que comienza el buen tiempo. Algunos van un poco más lejos, y programan salidas de varios días, a la aventura, con la tienda de campaña a cuestas. Por último, hay una categoría especial dentro del ciclismo con alforjas... la de aquellos [locos] para quienes las únicas fronteras que les hacen detenerse son las continentales. Entonces la ruta se convierte en gesta: recorrer América desde Alaska hasta la Tierra del Fuego ha sido una de las últimas que he tenido la ocasión de leer. Pero una de las más impactantes fue la protagonizada por un español, Diego Ballesteros, que pedaleó 12.822 km, exactamente los que separaban la Expo de Zaragoza de las Olimpiadas de Pekín en el año 2008, aventura que narra en el libro 12.822 km. De Zaragoza a Pekín en bicicleta, Huesca, 2012. Podéis descubrir más en sus páginas y también a través de su blog personal: De la Expo a las Olimpiadas

Diego Ballesteros

     Visita virtual que, dicho sea de paso, os la recomiendo con vehemencia. En ella descubriréis un giro del destino caprichoso, que golpeó a Diego Ballesteros donde más podía dolerle. Tras la aventura por Oriente, la vida ciclista de Diego continuó por otros continentes. Dos años después, competía por equipos en la Race Across America, con la idea de cubrir los 5.000 km que separan la costa Oeste de la costa Este de Estados Unidos. Pero él acabó la carrera en Wichitta, exactamente en el punto en que un coche lo arrolló, rompiéndole las cabezas de los dos peronés, la cadera, varias costillas, el esternón y, por si fuera poco, cuatro vértebras quedaron dañadas de manera irreversible. El conductor del coche, un chico de 20 años, simplemente se había despistado rebuscando algo en la guantera, en el momento más inoportuno. La médula espinal de Diego quedó inválida desde el pecho hacia abajo, según él mismo explica en una entrevista a La Vanguardia que destaca por un titular esperanzador: ¿Cómo voy a quejarme yo?

     Lejos de suponer el punto y final a su carrera deportiva y vital, Diego continuó luchando con el apoyo de su novia (que también merece una mención al valor). Actualmente sigue compitiendo, aunque ahora lo hace en una bicicleta adaptada, lo que se conoce como handbike. No dejéis de ver este vídeo.

La handbike de Rafa Botello: http://rafabotello.blogspot.com/2010/04/handbike.html
     Esta tarde soy yo, Ainhoa, quien escribe estas líneas. Los que me conocen saben lo especial que es esta historia para mí. La bicicleta me ha devuelto una calidad de vida a la que ya no creía posible aspirar. Sufro una lesión de espalda congénita conocida como espondilolisis con espondilolistesis que provoca fuertes dolores lumbares y un riesgo mayor a acabar con una sección de médula ante un impacto tan tonto como un culetazo. Hoy escribo esta entrada usando únicamente mi mano derecha. Hace dos días sufrí un accidente con la bici, completando el anillo verde de Madrid, que no tiene ninguna dificultad técnica ni entraña ningún riesgo en sí mismo, ya que transcurre en su totalidad por carril-bici. Pero, al igual que le pasó a Diego, se me cruzó un chico joven, que se despistó mirando los platos de su bici nueva, e invadió mi carril en el preciso instante en que yo pasaba a su altura. Aunque tuvieron que darme varios puntos de sutura en una mano, no me dolía, Gabriel y yo sólo pensábamos en la espalda que, afortunadamente, no sufrió demasiado. Todos nos hemos despistado en alguna ocasión. Todos hemos sido jóvenes e inconscientes de los peligros que pueda acarrear una acción baladí. Un accidente es un guiño macabro del destino, pero está en nuestras manos torear al morlaco.

     La bicicleta te enseña lecciones de vida que no puedes obviar en tu día a día. Por eso, aunque sea sin la compañera de dos ruedas, es importante siempre seguir rodando.

domingo, 11 de marzo de 2012

11 de marzo de 2011

     

     Hoy es un día triste en Japón. Se cumple un año de uno de los desastres naturales más terribles que han azotado el archipiélago en los últimos tiempos, amplificado aún más por la modernidad: la alta densidad demográfica actual por un lado, y las nuevas tecnologías por el otro. Japón siempre ha estado a merced de los elementos, pero en nuestros días cualquier evento queda magnificado en un país que, pese a estar bien preparado para recibir semejantes ataques naturales, sufre las consecuencias de la sobrapoblación y de la escasez de materias primas, que les ha llevado a depender en alto grado de la energía atómica (aquella que parece perseguir el destino actual de Japón, tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki).

      No vamos a deleitarnos con imágenes de la destrucción. No vamos a llenar más páginas con llantos, cadáveres e ilusiones rotas. No tenemos ningún interés en la difusión a través del morbo. Bastante horror pudimos ya contemplar los días posteriores al terremoto y tsunami, bastante empachados vamos a quedar hoy de ver barcos empotrados en los tejados de las casas, y de japoneses sollozando sobre una escombrera. Nuestra intención es entender qué pasó, qué es Japón, cómo podemos aprender de un pueblo que, sin ninguna excepción a lo largo de su historia, siempre se ha sobrepuesto. 

     Hablar de Japón es hacerlo de terremotos, volcanes, tifones, inundaciones, ventiscas, condiciones climáticas extremas, fortísimas corrientes marinas que se estrellan contra relieves escarpados. 

     Contando con el archipiélago Ryukyu y con la isla de Hokaido, Japón se extiende desde los 24º a los 45º Norte, recortando la silueta de un arco sobre los mares que bañan Extremo Oriente. Aunque la latitud japonesa está comprendida en la misma franja que va de Marruecos a los Países Bajos, el clima es bien distinto del europeo, influido por las corrientes marinas y por los monzones. Por regla general, se puede decir que los veranos son mucho más calurosos y húmedos, y los inviernos más fríos, incluso en latitudes más meridionales. Por ejemplo, en Kagoshima, se registra una media de 7 días de nieve al año. Es la región de los monzones y del cultivo del arroz, que engloba países como el sudeste de China, Filipinas, Camboya, Tailandia, Indonesia, Taiwan.

     Frente a las tradicionales 66 provincias, hoy está dividido en 46 prefecturas, agrupadas por regiones. Por un lado, las islas de Hokkaido (78.000 km2), Shikoku (18.000 km2) y Kyushu (36.000 km2) constituyen regiones en sí mismas, mientras que la isla principal, Honshu (228.000 km2), se divide en varias regiones: Tohoku (corresponde con el norte de la isla), Kanto (región central, donde se sitúa Tokyo), Hokuriku (litoral del mar de Japón), Tokai (también llamada región de Nagoya), Kinki o Kansai (donde se hallan Osaka y Kyoto) y Chugoku (Oeste). 

     Japón se halla en la la periferia  del continente asiático, junto al océano más extenso del planeta. Se trata de un archipiélago que reúne condiciones naturales para el aislamiento, tanto con el contienente, como en su interior. El mar puede unir o puede aislar: puede ser un puente entre islas como fue y es el Mediterráneo, o una trampa peligrosa, como es en el caso del Mar de Japón. Dentro dela isla, las condiciones más favorables de poblamiento se daban y se siguen dando en la costa oriental. Por tanto, la posibilidad de creación de una civilización orientada a la navegación (por su cercanía a China y Corea) quedaba también truncada. En cambio, la navegación se orientó hacia el mar interior de la costa Este,el archipiélago en torno al Shikoku, que dio lugar a una navegación costera. Ese aislamiento no es sólo se da hacia el exterior, sino también hacia las pequeñas comunidades que quedan semiaisladas debido al  abrupto relievede las islas, resultado de la actividad volcánica. Las montañas, dientes de sierra que recorren el archipiélago, fueron reverenciadas por los japoneses como moradas de los dioses, pero los ríos, la mayoría innavegables, que discurren furiosos los pocos kilómetros que separan las cumbres más altas del mar, solían ser sólo un obstáculo. Los torrentes fluyen en valles en V, con numerosos meandros que sortean la difícil orografía del terreno. Además, no todos los ríos pueden usarse para irrigar la tierra, ni hay posibilidad de que los peces puedan vivir en sus aguas debido a que algunos de ellos arrastran ácidos y materiales volcánicos.

     El profesor Derruau afirmaba sin miedo que “Japón es una montaña”. Y concretando un poco más, su relieve consiste en “unas guirnaldas montañosas, sembradas de volcanes, que se elevan sobre pequeñas terrazas costeras o bien caen al mar abruptamente". Un relieve que se generó a finales de la era terciaria gracias al empuje orogénico unido a la actividad volcánica.  Son muy frecuentes las calderas, que a menudo han sido sumergidas por el agua, ya sea en forma de lago (como el lago Towada, en Honshu), o por el mar (como en la bahía de Kagoshima, en Kyushu). Los cristianos japoneses y algunos de los misioneros europeos que acudieron a la misión en el siglo XVII fueron escaldados vivos en sus aguas termales.

      Tres cuartas partes del suelo japonés tienen una inclinacion superior al 15%, lo que da lugar a valles apartados, con difíciles comunicaciones. Las planicies no suponen más del 16% del suelo. Las terrazas son el único modo para conseguir terrenos cultivables en las montañas. Aunque no optimizan la productividad, son el mejor remedio para evitar la erosión del suelo. Aproximadamente tres cuartas partes del suelo no pueden dedicarse a labores agrícolas por su montuosidad.

     Japón está muy expuesto a las fuerzas naturales más destructivas: tifones, terremotos, maremotos y volcanes. Está en plena zona de monzones, abierto al océano, y sobre la línea defuego del Pacífico. Los tifones, vientos huracanados que azotan la costa Oeste del Pacífico, comienzan a ser intensos en agosto, avanzando hacia el Este a lo largo de septiembre y octubre, mes donde sepierden en lasaguas del océano. Son los dueños de los mares y quienes marcaban las directrices del comercio en el Mar de China.

     En el territorio actual de Japón existen 265 volcanes, de los cuales unos 30 entraron en erupción en el siglo XX, situados la mayoría en el montañoso sur. Teniendo en cuenta que el número total de volcanes que han entrado en erupción a lo largo de la era histórica en todo el planeta han sido unos 540, podemos entender la importancia del porcentaje de volcanes activos en Japón, con una media de 7.500 vibraciones sísmicas anuales, de las que al menos 1.500 son perceptibles por el hombre. Aproximadamente cada 10 años un terremoto de gran escala sacude el país, ocasionando graves daños. Más aún si en lugar de ser un terremoto es un maremoto, que sueleir acompañado de un tsunami, como sucedió hace un año en la prefectura de Miyagi. Los volcanes pueden ser destructivos no sólo por la lava, sino también por las explosiones, por los terremotos, por los maremotos, por las lluvias de ceniza, por los corrimientos de tierra... y a todo ello están expuestos en Japón.

     La climatología tampoco trata mejor a las islas, que recibe la influencia de la gran masa continental, la periferia del Asia de los monzones, lo que da lugar a estaciones muy marcadas.  Tanto los vientos del verano como los de invierno vienen acompañados por fuertes precipitaciones, los invernales además en forma de abundante nieve. Ambos vienen cargados de agua porque atraviesan grandes masas de mar. 

     Tres masas de aire inciden sobre Japón: la masa de aire siberiana (polar, continental, alta presión), la masa Ogasawara (tropical, oceánica, baja presión) y la masa de aire de Okhotsk (polar, oceánica, alta presión). La siberiana envía vientos noroeste durante el monzón de invierno. Inicialmente muy fría y seca, sufre una modificación cuando toma contacto con el Mar de Japón, húmedo, templado e inestable. A lo largo de la costa del Mar de Japón predominan los cielos nublados, que contrasta con los cielos despejados del Pacífico. El primero va asociado a frecuentes tormentas en forma de nieve, mientras que en el segundo, el frío se deja sentir de una manera muy acusada por las noches.

     Durante el verano intervienen las otras dos masas de aire: la de Ogasawara y la de Okhotsk. La primera envía a través del Pacífico los vientos calientes y húmedos del monzón del sur, mientras que la segunda es un frente de aire frío que choca con la corriente de Ogasawara durante 30 días a lo largo de junio y julio, provocando un clima bochornoso, con lluvias torrenciales pero intermitentes. Cuando se retira la corriente de Okhotsk, las temperaturas comienzan a subir, produciéndose las típicas tormentas de verano. Los tifones, que azotan las costas del Pacífico, visitan Japón desde finales de agosto hasta principios de octubre. El tifón de 1959, nombrado Ise Wan, ha sido uno de los más destructivos hasta la fecha, dejando más de 5.000 muertos y desaparecidos, y más de 35.000 casas destruidas en el Japón central. Entre octubre  y noviembre hay una época de relativa calma climática, hasta que comienzan a soplar los vientos del monzón de invierno, que no se marcharán hasta febrero.

      Durante el invierno, las temperaturas son relativamente bajas con respecto a su latitud, por la influencia de la corriente fría, que provoca que nieve en latitudes muy septentrionales. Pero en verano hace bastante calor, que se hace sofocante debido a  la altísima humedad. Estas condiciones de humedad (en verano el Kyushu tiene unos niveles de humedad y pluviosidad semejantes a la selva amazónica), unido a la orografía, moldearon los paisajes japoneses: las cumbres nevadas, los cerezos en flor, los bosques de cedro, los atardeceres a la orilla del mar con las que cualquier espíritu sensible ha venido extasiándose desde hace milenios. Dio lugar a una vegetación exuberante, pero nunca absolutamente salvaje. En Japon, el arte nació de la naturaleza, del mismo modo que la naturaleza fue moldeada y respetada como una forma de arte de los kami. Esta relación entre paisaje, arte, religiosidad y tradición, puede apreciarse a día de hoy en el Kumano, una suerte de Camino de Santiago japonés, una vía de peregrinación que recorre los lugares más sagrados de la naturaleza japonesa.  

      Japón es una tierra acostumbrada, resignada a los azotes naturales. Ahora quizá nos asombramos de su capacidad de superación. Desde la tranquila Europa, nos parecen un ejemplo de estoicismo y de saber estar en caso de que el desastre se cebe contra el pueblo. No es heroicidad, es supervivencia. Han tenido que aprender a mirar hacia delante, pero sobre todo a crear un fuerte vínculo con la comunidad que ha hecho posible, una y otra vez, la reconstrucción.  



Bibliografía:

- DERRUAU, Max, Le Japon, Paris, 1967.
- PEZEU-MASSABUAU, J., Géographie du Japon, Paris, 1979.
- ISHIDA, Ryuziro,Geography of Japan, 1969.