Cada vez que empaquetamos las bicis para viajar con ellas,
empleamos un método diferente. Tampoco está muy claro que el método vaya mejorando,
pero esta vez han quedado medio decentes. También hay que decir que las cajas
estaban en perfecto estado, no como las que cogimos a la ida, que estaban ya
medio destrozadas. Desmontamos todo lo desmontable en la bici y lo aseguramos
con celo al cuadro junto con un par de alforjas, la tienda de campaña, los
sacos de dormir y parte del equipaje. Lo embalamos y gastamos un rollo
gigantesco de plástico que las deja listas para afrontar el matrato del
aeropuerto.
Como estaba acordado, viene nuestro “taxi” particular que
nos deja junto al autobús, que nos cuesta apenas unos 17€ por persona y en hora
nos deja en el mismo aeropuerto. Una vez allí volvemos a confirmar que en Japón
nadie habla inglés, ni siquiera en el mostrador de facturación. La pobre chica
que nos atendió era nueva, no entendía bien el inglés y aún desconocía las
normas de la compañía: pretendía cobrarnos un pastón por sobrepeso, aunque
ninguna de las dos cajas llegaba al límite que permite Qatar de manera gratuita
por ser equipaje deportivo. Al final llamó a una encargada, que se llevó la
hoja que habíamos impreso donde venía la información en inglés de cuántos kg
podíamos facturar, y al cabo de unos largos minutos nos confirma lo que ya
sabíamos, que no hay ningún problema y que no tenemos que pagar ni un yen de más.
Tomamos la última comida japonesa del viaje, sushi, tempura
y ramen, y nos montamos en el avión donde vamos a pasar las siguientes 11
horas, que pasamos casi enteras durmiendo. La escala en Doha es de apenas un
par de horas, aunque tenemos que esperar otra más porque el avión que vamos a
coger llega con retraso. Los vecinos de butaca nos amargan un poco las 7 horas
que tenemos de vuelta, montan una fiesta regada con alcohol que no nos deja
descansar, pero todo en la vida pasa y llegamos a Madrid sin más incidencias y
con las cajas enteras.
Viene a buscarnos la madre de Gabriel, y aunque ha ido
leyendo en este blog el diario del viaje, no podemos evitar hablar durante todo
el camino de la experiencia que hemos vivido, de la gente maravillosa con la
que nos hemos encontrado, de lo que nos hemos reído, de lo que hemos sufrido,
de los paisajes, de la costumbre, de la comida. El futuro es incierto, pero una
cosa está clara: éste sólo ha sido el primero de los viajes que haremos por ese
archipiélago mágico.
Y ya sólo queda dar las gracias por todo: por la suerte que
hemos, por lo bien que nos han acogido, por los mensajes de ánimo que nos
habéis hecho llegar y que poco a poco iremos respondiendo. Dar gracias a la
familia, por habernos entendido, a Cyclotrip por su ayuda y a Angela por un
trabajo excelente. A los kamis, a los hotokes, a Nozomi, Johan, Amy, Yasmin y “Jose”,
Kozue, Katelyn, Shane, Peacefull, Nelly, Joe, Sumire, Josh, Mizue y las
gemelas, Hikaru, Bun y compañeros, Mark, Mika y Hiro, Kaccey y Bernardo, a toda
la gente que nos ha ayudado por el camino… gracias.