miércoles, 12 de septiembre de 2012

Días 34 y 35: Kobe


Aprovechamos los últimos días que nos quedan en Japón para relajarnos, comprar regalitos y hacer una última visita cultural. Visitamos el museo de la ciudad de Kobe con la esperanza de ver la colección de arte Nanban que cobija y que contiene, entre otras cosas, cuadros de estilo renacentista elaborados en Japón hace cuatro siglos. Pero nos quedamos con las ganas, sólo abren la sala la primera semana de septiembre. Por suerte, conseguimos el mail del encargado del museo para que nos envíe reproducciones de lo que queríamos ver.

Las compras son una absoluta locura. Primero vamos al centro comercial de Sannomiya, en el centro de Kobe, que puede ser un paraíso para los fanáticos del shopping, pero que resulta abrumador para dos pobres ciclistas cansados. Aunque para locura, las calles comerciales del barrio de Namba, en Osaka, donde puede encontrarse absolutamente todo tipo de productos y personajes.

De camino, pasamos por una tienda de bicis y aprovechamos para preguntar (con la ayuda inestmable de Kaccey) si sería una gran molestia que nos guardaran un par de cajas de cartón. Conseguimos concertar la cita para el día siguiente, envolvemos las cajas con bolsas de plástico y las llevamos hasta casa con la compañía inseparable de la lluvia. Un problema menos. Ahora sólo queda solucionar el gran quebradero de cabeza: tenemos que coger un ferry que está a unos 6 km de casa, pero no podemos recorrer ese trecho con dos cajas enormes que pesan 30 kg. Tampoco podemos llegar hasta allí con las cajas vacías sobre la bici. Y por supuesto, no hay combinaciones de trenes ni autobuses. Entonces aparece de nuevo Kaccey, hace un par de llamadas y nos consigue el coche de una amiga suya para llevarnos con las bicis empaquetadas hasta la parada de un autobús que va directo al aeropuerto. De modo que, al contrario que a la ida, no tenemos que pasearnos con las dichosas cajas.

Disfrutamos de las últimas cenas en Japón: la primera, completamente española (aunque con un jamón que sabía a salmón, que al final llamamos salmón serrano) y la segunda una carne a la parrila para cocinar tú mismo en un restaurante. Así que dejamos Japón con un buen sabor de boca.















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