Aprovechamos los últimos días que nos quedan en Japón para
relajarnos, comprar regalitos y hacer una última visita cultural. Visitamos el
museo de la ciudad de Kobe con la esperanza de ver la colección de arte Nanban
que cobija y que contiene, entre otras cosas, cuadros de estilo renacentista
elaborados en Japón hace cuatro siglos. Pero nos quedamos con las ganas, sólo
abren la sala la primera semana de septiembre. Por suerte, conseguimos el mail
del encargado del museo para que nos envíe reproducciones de lo que queríamos
ver.
Las compras son una absoluta locura. Primero vamos al centro
comercial de Sannomiya, en el centro de Kobe, que puede ser un paraíso para los
fanáticos del shopping, pero que resulta abrumador para dos pobres ciclistas
cansados. Aunque para locura, las calles comerciales del barrio de Namba, en
Osaka, donde puede encontrarse absolutamente todo tipo de productos y
personajes.
De camino, pasamos por una tienda de bicis y aprovechamos
para preguntar (con la ayuda inestmable de Kaccey) si sería una gran molestia
que nos guardaran un par de cajas de cartón. Conseguimos concertar la cita para
el día siguiente, envolvemos las cajas con bolsas de plástico y las llevamos
hasta casa con la compañía inseparable de la lluvia. Un problema menos. Ahora sólo
queda solucionar el gran quebradero de cabeza: tenemos que coger un ferry que
está a unos 6 km de casa, pero no podemos recorrer ese trecho con dos cajas
enormes que pesan 30 kg. Tampoco podemos llegar hasta allí con las cajas vacías
sobre la bici. Y por supuesto, no hay combinaciones de trenes ni autobuses. Entonces
aparece de nuevo Kaccey, hace un par de llamadas y nos consigue el coche de una
amiga suya para llevarnos con las bicis empaquetadas hasta la parada de un
autobús que va directo al aeropuerto. De modo que, al contrario que a la ida,
no tenemos que pasearnos con las dichosas cajas.
Disfrutamos de las últimas cenas en Japón: la primera,
completamente española (aunque con un jamón que sabía a salmón, que al final
llamamos salmón serrano) y la segunda una carne a la parrila para cocinar tú
mismo en un restaurante. Así que dejamos Japón con un buen sabor de boca.
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