Al fin llega la recta final de nuestro viaje. Tenemos que tomar la decisión más importante del día:por un lado, el camino llano, por la ciudad, lleno de tráfico, que son unos 75 km; por otro, la ruta de montaña, subir hasta los 400 metros, por una carretera sin tanto tráfico y seguramente mucho más bonita, pero con 10 km más. Elegimos lo más fácil. Error. Teníamos que haber dejado las carreteras japonesas por la puerta grande, sudando la gota gorda por culpa de un asencenso por un valle verde y no por culpa de los semáforos y los ciclistas kamikazes.
Es un día duro, estamos ya muy cansados por el viaje, y
aunque aún seguimos en ruta ya empezamos a hacer balance. Y a pensar en el
próximo destino, por supuesto. Hemos cometido errores que no queremos repetir.
Probablemente, el más importante de ellos ha sido haber planteado las etapas
demasiado largas. Lo ideal habría sido no pedalear más de 50 km al día o, dicho
de otra manera, pedalear con ganas por las mañanas y dejar la tarde para
descansar, para hacer un poco de turismo, para relajarnos, para hablar más
entre nosotros. También nos ha condicionado mucho el tipo de viaje que hemos
ideado: un viaje lineal, con nodos intermedios de visita obligada, demasiado
preparado. Hemos tenido que cumplir con un calendario y eso ha provocado que,
en ocasiones, viviéramos la etapa con el estrés de llegar a tiempo o antes de
que se hiciera de noche.
Otro quebradero de cabeza han sido las bicis. Estamos haciendo
este camino, de cerca de 2.000 km, con unas bicicletas que costaron 250€ y eso
a la larga se nota. La bici de Gabriel, aun después de haberla llevado al
taller, ha seguido haciendo ruidos extraños y probablemente haya que volver a
cambiar la cadena y enderezar el eje de la rueda. O comprar otra. Otra bici,
quiero decir. Las bicis y todos sus componentes han sufrido mucho con el calor
y la humedad, tenemos cables y tornillos oxidados y tres bidones inutilizables.
Demasiado han aguantado, las pobres. Después de tres viajes en plan
cicloturista, ya sabemos más o menos qué necesitamos y qué nos sobra. Así que
dejaremos nuestras mountain bike para lo que son, para darnos unos paseos por
las montañas.
Es más difícil saber qué ha sido lo mejor del viaje. Probablemente,
lo mejor de todo haya sido Japón: la seguridad en la carretera, el respeto al
ciclista, la seguridad, el no tener que candar las bicis, la comida deliciosa,
el hecho de poder comer caliente en cualquiera de los combinis que pueblan las
carreteras, el paisaje, la gente. Lo más arriesgado del viaje eran los
elementos naturales (razón por la que habíamos dejado unos días de más, por lo
que pudiera pasar), las lluvias torrenciales, los tifones, los volcanes, los
tsunamis, los terremotos, los desprendimientos… pero en todo momento nos hemos
sentido protegidos por los kamis.
Y con estos pensamientos llegamos a Kobe, donde nos esperan
Kaccey y Bernardo, que nos acogerán en su casa los días que nos quedan para
marcharnos. Y que se encargan de alegrarnos el día llevándonos a cocinar
Okonomiyaki.
Que buena pinta los okonomiyakis!!
ResponderEliminarenhorabuena por habernos heccho pasar tan buenos ratos compartiendo con nosotros vuestro viaje,no sirve de nada pensar que las cosas las teniais que haber hecho de otra forma, ya está hecho.Sacar ahora todo lo bueno, que para hablar entre vosotros hay tiempo y ya desde la tranquilidad.Merche
ResponderEliminarVaya viaje , teneis mas valor que el JABATO . ahora solo falta descansar lo que os queda y desearos que tengais un buen viaje de vuelta a casa .Abrazos ANGEL
ResponderEliminarAh y poner las bicis en un marco
Ya estamos bien descansados, casi hasta tenemos ganas de volver a coger la bici :D Suso, todo lo que acababa en -yaki está delicioso!!
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