Antes de recogernos, empieza a tronar. “Ah, quizá llueva esta noche, vamos a cerrar bien las alforjas por si acaso”. No llueve… diluvia, se nos cae el cielo encima. Parece que están tirando cubos de agua sobre la tienda de campaña. Tenemos pánico de que una riada se haya llevado nuestras cosas, pero realmente no podemos salir de la tienda. Sólo queda esperar que, cuando escampe, las alforjas no estén flotando en el mar. Son los veinte minutos más largos de nuestras vidas.
En cuanto deja de llover tan fuerte, salimos a comprobar qué
queda de nuestro equipaje. Increíblemente, todo está en su sitio, no hay barro,
el suelo ha drenado toda el agua. Sólo hay una bolsa que no cerramos bien, con
un par de cosas en su interior que están completamente mojadas… y momentos de
pánico porque no encontramos un neceser, donde están nuestros pasaportes. Más tranquilos,
volvemos a la tienda. Dormimos profundamente durante diez minutos: un grupo de
jóvenes japoneses ha bajado a la playa, justo enfrente de nuestra tienda, han
encendido una hoguera y… ¡fuegos artificiales! ¿Por qué? Quién sabe. Pero la
noche aún no ha terminado. La lluvia ha inundado la parte de la tienda donde
duerme Ainhoa. Gabriel descansa como un lirón, pero Ainhoa está durmiendo en
una piscina, así que amanece como un trapo sucio.
La idea de hoy era recorrer toda la isla de Hirado, que es
preciosa. Otra vez será, Ainhoa no es un ser humano. Decidimos volver a la
ciudad de Hirado prontito y descansar en casa de Nelly, que nos abre sus puertas.
Aprovechamos para apretar bien todos los tornillos de la bici (el otro día
Ainhoa casi pierde el desviador), limpiar y engrasar las borricas.
Nos espera un día maravilloso en Hirado. Cuando Nelly sale
de trabajar nos lleva con su coche a dar una vuelta por los alrededores de
Hirado. Cerca del castillo hay un jardín precioso, pero lo que nos fascina es
otro lugar donde hay varias pagodas (santuarios budistas) absorbidas por la
naturaleza exuberante. Nelly es una guía excelente, capaz de hablar japonés y
tocar el tenshogoto, una especie de arpa de pequeñas dimensiones. Terminamos la
noche cenando pizza en una casa samurái, con un ambiente inigualable. ¡Y otra vez
sake!
no tengo palabras,tu cara lo dice todo.Merche
ResponderEliminarVaya aventura os estais montando, con calor, humedad y lluvia, aqui estamos sobre los 40ºC. Pense que las pendientes no eran tan grandes, os supone mucho cansancio, la buena suerte siempre os encontrais gente buena que os ayudan en momentos dificil es. Los paisajes muy bonitos, se os ve muy animados. Besos Jose
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Jose. Todo es impresionante. Sufri leyendo sobre la noche de tanta lluvia. Sois geniales, de verdad. Adelante! Abrazos, Elena y Angel
ResponderEliminarGracias de nuevo por vuestro apoyo. Aunque no tuvimos ni tiempo para contestar, vuestros mensajes nos sirvieron de mucho!
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