Lo que hoy iba a ser una etapa corta se convierte sin saber muy bien cómo, en otro día de más de 75 km. Dejamos atrás una isla paradisíaca, de la que no os vamos a enseñar ninguna foto, no por egoísmo, sino por la tromba de agua que nos cae cuando salimos. Una lluvia que no nos va a abandonar en todo el camino, pero tampoco hay que quejarse viendo lo que están sufriendo en Kyushu. Debido al tifón, la temperatura ha caído más de 10 grados. Hoy es el primer día que usamos manga larga (además de chubasquero, claro). Montar en bici cuando llueve es un engorro, pero al menos hoy no nos dará una insolación. Recreemos un momentazo Forrest Gump: en Japón, hay varios tipos de lluvia. Lo que en España sería una lluvia con todas sus letras, en Japón no sería más que un chirimiri (palabra vasca, no japonesa). Cuando hay un tifón por los alrededores, la lluvia es más fina, pero viene acompañada por un fuerte viento y cae durante todo el día. Lo más temible son las tormentas de verano japonesas, como las que nos pillaron en Karatsu o Fukuoka: ésas en las que las nubes negras de repente bajan a la tierra y desde que cae la primera gota (o debería decir goterón) sabes que tienes cinco minutos para buscar un refugio.
Nos desviamos ligeramente del camino por la costa para ver
el famoso puente de Iwakuni. Es precioso y parece devolverte a tiempos pasados,
a pesar de haber sido reconstruido un par de años atrás, después de que un
tifón lo destrozara. Los kamis nos dan una tregua con la lluvia a la hora de
comer, a la de almorzar y para sacar unas fotillos al puente.
Finalmente, cogemos un ferry hasta Miyajima, donde se
encuentra la famosa puerta roja que la marea inunda dos veces al día. Esa misma
que aparece en los fondos de pantalla de Windows.
Cuando nos bajamos del ferry, nos piden de nuevo los
billetes también en Miyajima, y conseguimos hacer comprender a la mujer de la
taquilla que los hemos entregado antes de coger el ferry. Culpa nuestra: cuando
llegamos, en lugar de salir directamente, nos entretenemos mirando un ciervo, y
para cuando cogemos el camino correcto, ya habían cerrado la barrera. De todos
modos, ¿cómo se supone que habíamos llegado a la isla con bicis y todo?
¿nadando?
Primera idea: acampar. Pero como estamos empapados, mejor un
bungalow. Subimos un par de colinas en miyajima, el camping al que vamos está
más lejos de lo que esperábamos. Cuando llegamos, está cerrado. Entre que
discutimos, decidimos qué hacer y montamos la tienda en el primer sitio que
pillamos, ya se ha hecho de noche. Tampoco hay ningún sitio para comer, así que
nos vamos a la cama castigados sin cenar. El que sí cenó fue un ciervo (al que
llamamos Paco) que, rebuscando en nuestras alforjas, encontró una piel de
plátano.
Que bien me lo paso leyendo este blog. Que buenas experiencias..... Que puente, que ciervo, que buena gente..... Besos, Kathy
ResponderEliminarAcabo de leer sobre el tifón. Impresionante, y vosotros tan cerca. Kathy
ResponderEliminarpienso lo mismo que Kathy, es muy divertido y entretenido, es que hay que ver qué bien escribes hija.Buenoo a por otro día.Merche
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Kathy y Merche. Es un placer leer cada dia--sois increibles, de verdad. Y da gusto saber que hay gente tan amable en vuestro camino. Y esta escrito de maravillas--precioso. Abrazos, Elena (y Angel, y familia)
ResponderEliminarMuchas gracias! Ahora que lo vemos desde la distancia nos damos cuenta de la suerte que tuvimos con el tifón, sólo unos días o unos días después y hubiésemos tenido problemas. Por cierto, el bizcocho de la foto es un dulce típico japonés que se llama, literalmente, "Castella". Un recuerdo del contacto que hubo con España hace 4 siglos.
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