Cuando la gente oye hablar de los primeros misioneros que llegaron a Japón, suelen pensar en San Francisco Javier. Lo que muchos desconocen es que algunos de esos misioneros estaban poseídos por espíritus nacionalistas, belicistas, egoístas o, simplemente, encarnaban aquel refrán que decía: "a Dios rezando y con el mazo dando".
Antes de narrar tan delicados acontecimientos, conviene explicar algunas cosas sobre lo que significaba una misión evangelizadora allá por el siglo XVI. Cuando Portugal y Castilla se lanzaron a los mares, el Papa les dio permiso para repartirse el mundo en dos mitades con la condición de que las conquistas que se hicieran en las nuevas tierras descubiertas no se llevaran a cabo por intereses meramente ecónimicos o geopolíticos: los reyes debían apoderarse de la tierra si sólo por ese medio podían extender el Evangelio entre sus naturales. Pero si estos aceptaban el cristianismo (que además debía ser el católico tridentino), la conquista no quedaba justificada. Éste es uno de los motivos por los que es imposible separar la política de la religión cuando estudiamos personajes de esta época. Los misioneros, además, estaban al servicio del rey que los enviaba a su destino. Como buenos vasallos, tenían el deber de velar por el mantenimiento y aumento de sus reinos.
Japón estaba justo sobre la línea divisoria que separaba el mundo portugués del castellano, por lo que no quedaba claro a qué reino pertenecía la misión. Portugal, que además había llegado primero, defendió que Japón quedaba dentro de las Indias Orientales, mientras que para Castilla, estaba dentro de las Indias Occidentales. Portugal contó con el envío de padres de la Compañía de Jesús para defender sus intereses, mientras que Castilla envió, pasando por Nueva España y Filipinas, a frailes mendicantes: dominicos, agustinos y franciscanos. Aunque durante medio siglo Japón había sido "coto privado" de los jesuitas, los castellanos aprovecharon la circunstancia de que el reino de Portugal pasó a pertenecer a la Monarquía Hispánica en 1580 para ir introduciendo frailes bajo capa de embajadores al principio, y de manera descarada al empezar el siglo XVII.
Mapa donde se muestra el antimeridiano, la línea que separaba las Indias Occidentales de las Orientales. |
Dicho esto, nuestro primer personaje del día es Gaspar Coelho, padre Viceprovincial de la Compañía de Jesús, ferviente servidor de Dios y traficante de armas, para más señas. Los jesuitas, inteligentes, bien preparados y conocedores de la cultura e idioma japoneses, habían llegado a ser considerados indispensables en los tratos comerciales que tenían portugueses y japoneses al menos una vez al año. Los daimios (señores feudales) los respetaban como intermediarios, o incluso como consejeros materiales y espirituales, y eran por lo general bienvenidos a sus dominios porque entre los japoneses estaba extendida la idea de que donde había misioneros, acudían mercaderes extranjeros. Y aunque hubo notables excepciones, como la de don Justo Ukon Takayama*, los daimios acogieron a los padres en sus tierras con la esperanza de que a sus puertos llegaran naves portuguesas cargadas, entre otras cosas, de armas y municiones. La expansión masiva de las armas de fuego de estilo europeo acabó por desequilibrar la balanza, y puso fin a una guerra civil que había durado más de un siglo.
Página de una guía japonesa para la fabricación de los teppô. Fuente: Rekihaku |
Pues bien, el padre Coelho, superior de la misión en Japón, no se limitó a actuar como intérprete en las transacciones sino que fue mucho más allá. Cada vez que un daimio cristiano se enfrentaba en una guerra contra uno infiel, el padre se encargaba personalmente de hacerle llegar apoyo monetario y armamento para aplastarlo en el campo de batalla. Incluso en época de paz, no tenía pudor en azuzar a los daimios cristianos para que atacaran y aumentaran las tierras para la cristiandad. Aunque muchos compañeros le advirtieron de lo inadecuado y peligroso que podía ser su comportamiento, él continuó movido por un sentimiento de cruzada religiosa. Sabedor del potencial bélico portugués, intentó hacer tratos con el gobernante de Japón en aquellos momentos, Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), quien tenía la ambición de conquistar China, campaña que fue librada en su vanguardia por generales cristianos en su mayoría. Coelho le propuso cederle barcos de guerra portugueses, que estaban atracados en Macao, armamento, munición y la alianza con la nación europea a cambio de su apoyo al cristianismo. Cuando aún estaban cerrando el trato, el padre tuvo la ocurrencia de pasearse por delante de Hideyoshi en una fusta, un barco luso fuertemente pertrechado, que llamó la atención del dictador de inmediato. Subió a bordo, bebió un buen oporto, y quedó maravillado. Tanto que el resto de los jesuitas vieron venir el peligro, y advirtieron al viceprovincial de que regalara el barco a Hideyoshi si no quería tener un disgusto. El padre no lo vio necesario y a la mañana siguiente se levantaron con una orden de Toyotomi Hideyoshi que decretaba la expulsión de Japón de todos los padres de la Compañía de Jesús. Al parecer, la noche anterior había hablado de la fusta en un banquete con varios consejeros, y entre todos llegaron a la conclusión de que la nación portuguesa podía suponer un peligro, y que los padres de la Compañía no hacían cosas propias de curas de almas. Con todo, la versión que circula en los manuales sobre la primera expulsión de los jesuitas de Japón es la siguiente: Hideyoshi habría encargado a un vasallo que fuera a buscar mujeres para él en las regiones cristianas del sur de Japón, pero como éstas se habían negado a entrar en su juego, él repudió el cristianismo. Dejo al gusto del lector quedarse con una versión u otra.
Los portugueses, que llevaban desde principios del siglo XVI frecuentando las costas orientales, conocían bien el potencial bélico japonés. Como mucho, algún jesuita había recomendado tomar la ciudad de Nagasaki para usarla como factoría, y que podría ser defendida contra las fuerzas del shogun gracias a japoneses cristianos previamente armados.
Japoneses con arcabuces. Fuente: Zetaboards. |
Como vemos, Hideyoshi no había errado demasiado en sus sospechas, aunque la nación peligrosa era la que estaba al otro lado de la frontera con Portugal. Ya Francisco Javier hizo llegar con toda celeridad una carta dirigida a los reyes de Castilla, para que fuera leída en su Consejo de Indias, advirtiéndoles que no se les ocurriese intentar la conquista de Japón. Aun así, la tierra de quijotes no se resignó y fueron muchos religiosos los que escribieron al mismo Consejo con planes para la conquista de China y Japón. Por poner sólo un ejemplo, el franciscano fray Martín de la Ascensión tuvo la iluminación de aconsejar fervientemente a Felipe II la conquista de Japón y para ello escribió una relación en la que escribía que esperaba que no fuera leída por ningún japonés, porque si no, acabarían todos en la cruz. Todos no, pero él fue uno de los 26 mártires de Nagasaki que murieron crucificados en 1597. Los motivos que rodean el caso aún están siendo investigados.
Pero quien se cubrió de gloria fue el primer obispo de Manila, fray Domingo de Salazar, un riojano a quien no le tembló la pluma al escribir esta carta a Felipe II acerca de la conquista de China, y que nos da una idea de cuánto les preocupaba a los castellanos su inferioridad numérica:
“Porque éste es un punto muy sustançial y que a la Real Conçiençia de Vuestra Magestad toca mucho, yo tengo hecho un tratado en que declaro todo lo que açerca de
este punto [de la conquista] ... se deve declarar. Si Vuestra Magestad fuere servido mandallo ver, aquí estoy para obedeçer lo que Vuestra Magestad me
mandare. Esto e dicho no porque entienda que de parte de los chinos a de aver
comedimiento ni an de dexar entrar a naydie en su reyno. Los governadores
confían tanto en la multitud de gente que en aquel reyno ay, que se fueren quando les dizen que los
españoles los an de sugetar, porque dizen que aunque no tubiesen armas con que
se defender, de solos los cuerpos muertos harían muralla para que nadye les
entrase. Pero estos bárbaros no an probado para lo que son los españoles ni saben
que pocos arcabuçeros de ellos bastan a desbaratar millones de chinos, pero e
lo dicho para descubir el punto del derecho y que en qualquier suçeso de paz o
de guerra puede v. mag. entrar en la China y hazer que le
obedezcan.”
Finalmente, en la primera mitad del siglo XVII los shogunes de la dinastía Tokugawa y los mismos daimios iniciaron una campaña de persecución y proscripción del cristianismo, cuyos seguidores fueron condenados a la pena de muerte. Por increíble que parezca, las causas que llevaron a tan fatal destino, provocando la muerte y miseria de varios miles de personas, aún están en el aire. Aunque parece evidente que al menos una de ellas fue el comportamiento cuanto menos sospechoso de algunos misioneros que quisieron defender la cristiandad "a capa y espada".
Para saber más:
- ÁLVAREZ TALÁDRIZ, J. L. (Ed.), Documentos franciscanos de la cristiandad de Japón: (1593-1597). Relaciones e informaciones de San Martín de la Ascensión y Fray Marcelo de Ribadeneira. Osaka 1973.
- ÁLVAREZ TALÁDRIZ, José Luis, “El padre viceprovincial Gaspar Coelho, ¿capitán de armas o pastor de almas?”, Sapientia, Eichi Universit 6 (1972), pp. 41-79.
- PARKER, Geoffrey, La gran estrategia de Felipe II. Alianza Editorial, Madrid, 1998.
- ¡Lo siento! Pero la mayor parte de la información de esta entrada la he encontrado en archivos y aún no está publicada, tendréis que esperar a mi best-seller ;)
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El general Ukon Takayama murió con su familia en Manila, Filipinas, desterrado de Japón y despojado de su hacienda y estado por la fe cristiana.
Genial entrada! Esa tesis ya está tardando en presentarse y publicarse! Un saludo!
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