miércoles, 29 de agosto de 2012

Día 22: Miyajima - Higashihiroshima




Esta noche Gabriel apenas ha podido dormir, así que ha podido contar unos siete u ocho terremotos. Como hemos acampado sobre una plataforma de madera podemos sentir mucho más las vibraciones de la tierra. Con todo, se levanta antes que Ainhoa e intenta, una vez más, arreglar su bici. Cada vez suena más, entran peor las marchas y nos tememos que el desastre es inminente. ¿Aguantará hasta Osaka? ¿Aguantará al menos hasta que encontremos un taller de bicicletas?

Volvemos a escalar las dos colinas que separan el camping del santuario de Miyajima, que a primera hora de la mañana está más lleno de ciervos que de turistas. Gabriel tiene la teoría de que han traído los ciervos para que los niños se entretengan mientras los mayores ven el santuario.

El famoso torii rojo de Miyajima no nos impresiona tanto. Probablemente sea por el efecto abrasivo de haber visto miles de fotos de la puerta. Pero el santuario en sí es precioso, y todo lo que hay alrededor (incluidas las tiendas de souvenirs) son muy interesantes. Para cuando nos vamos, ya está abarrotado de gente.

Cogemos el ferry que va directo desde Miyajima hasta el PeaceHall de Hiroshima, para ver el parque y el museo de la bomba atómica. Cuesta unos 20 € y tarda alrededor de una hora, que Gabriel aprovecha para dormir y Ainhoa para escribir estas líneas. Si alguna vez vas a Hiroshima, recuerda que existe este ferry y comprueba el horario, ya que hay muy poquitos al día pero merece la pena, sin duda.

El museo de la bomba es sobrecogedor. Sus paredes están empapeladas con la historia de la ciudad de Hiroshima y el desarrollo de la guerra. La mayor parte de los turistas van directos a las vitrinas morbosas pero conviene recordar cómo y por qué ocurrió semejante desgracia. Eran los últimos días de la Segunda Guerra Mundial: la marina japonesa había sido reducida a escombros oceánicos, los aviones eran atravesados por la munición estadounidense como si fueran de papel y los altos mandos estaban divididos; los bombardeos sobre las ciudades elevaban el número de muertos a varios cientos de miles. Y parecía que la guerra nunca iba a acabar, que los japoneses no se iban a rendir, que cada civil se había transformado en un soldado. Así que desde EEUU se decidió poner fin a la guerra de la manera más drástica. Tenían preparadas cuatro bombas atómicas. La primera fue la que explotó en el cielo de Hiroshima, abrasando todo lo que encontró en un radio de 2,5 km. El gobierno nipón ya había tomado la determinación de rendirse, pero no aceptaban las condiciones. En lugar de esperar hasta llegar a un acuerdo, se lanzó una segunda bomba, que iba destinada a Kokura. Pero el piloto no podía ver su objetivo debido al mal tiempo, así que cambió el rumbo hacia Nagasaki, donde se repitió la triste historia de Hiroshima. Ambas ciudades aún sufren la maldición de la radiación.

Cuando salimos, apenas hablamos. Aún estamos digiriendo lo que hemos visto y escuchado en el museo, pero no podemos detenernos mucho más: aún quedan unos 30 km, hay que subir una montaña más y quedan pocas horas de luz. Así llegamos a Higashihiroshima, una pequeña ciudad oculta entre valles verdes, donde pasamos una noche muy agradable en casa de Koubun.




4 comentarios:

  1. terremotosssss, bueno veo que estais bien.No creo que vea nunca ese museo pero según lo relatas tú es como si estuviese allí.Merche

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  2. Buen viaje estais corriendo, enhorabuena

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  3. Un día con una fuerte carga espiritual y emocional.

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