jueves, 16 de agosto de 2012

Día 9: Camping de Sahara - Minaminagasaki




Hoy le pesan las pestañas a Gabriel, y nos levantamos tarde. No estamos preparados para el día que nos espera: hace ya un tiempo que no podemos conectarnos a internet, y debido a que ayer cambiamos de plan, y en lugar de subir al monte Unzen, fuimos por la costa oeste de la península de Shimabara, ni siquiera sabemos cuántos kilómetros nos separan de Nagasaki. De hecho, ahora que nos vamos a acostar, seguimos sin saberlo, ya que el calor de hoy era tan insoportable que no lo ha resistido ninguno de nuestros cuentakilómetros. En todo caso, no hemos podido llegar hasta nuestra meta, aunque tampoco nos lamentamos por ello.
El trayecto hasta Nagasaki es durísimo, tanto por sus cuestas como por su cruel verano. Ainhoa se vuelve a caer esta mañana (otra herida superficial) y acaba con un golpe de calor, asistida por los enfermeros de un geriátrico. Definitivamente, es la pupas de la pareja.
Discutimos, nos decimos tonterías, nos sofocamos (¿por qué no hay árboles en las subidas de hoy?). Son ya las 17:30, aún nos quedan 10 duros kilómetros por delante (más pesados por el desánimo que por el desnivel). En una hora ya empezará a oscurecer, y nos estamos volviendo locos preguntando a la gente de por aquí, Minaminagasaki, dónde hay un hotel cercano. Después de preguntar a 4 personas, caemos en la cuenta de que nos están indicando un hotel en Nagasaki. Nos acercamos al jardín de un templo budista, donde un hombre contempla un árbol en flor. Ainhoa le pregunta dónde hay un lugar cercano para dormir… y empieza a volverse loco. A los pocos minutos, tenemos a cuatro personas alrededor de nosotros, discutiendo en japonés. Una monja budista habla un poco de inglés, e intenta convencer a su superiora de que nos quedemos en el monasterio. La monja mayor no quiere porque cree que somos americanos, pero cuando le decimos que venimos de España (vistazo al pasaporte incluido), la cosa cambia. Aprovechamos el regalo de Jose y Rosita, y nos alojamos en este lugar increíble. Después de asearnos y vestirnos con unos kimonos, las monjas nos dan de cenar una comida abundante y deliciosa en una estancia de belleza sencilla. Nuestra habitación nos lleva a otro tiempo y lugar, conectados con el presente por medio de la televisión y el aire acondicionado. No podemos dejar de dar las gracias a tantísima gente por convertir este viaje en una experiencia vital, a años luz de unas meras vacaciones.







1 comentario:

  1. qué guapos estais,y tu moreno, Ainhoa me encanta.Parece pekin spres, parece que en cualquier momento se verá a Paula Vazquez.Es broma todo esto me emociona mucho.Merche

    ResponderEliminar