martes, 13 de marzo de 2012

Siempre seguir rodando

   
     Las personas que de verdad aman el ciclismo saben que este noble vicio va mucho más allá de subirse a una bici y pedalear: que es la brisa en los días calurosos; la recompensa al esfuerzo en los puertos de montaña; es un guiño cómplice de un compañero o la compañía de tus pensamientos íntimos; es la cervecita al final del día, los chascarrillos con los amigos y la tortilla de patata más deliciosa; es la conversación fortuita con la gente que te cruzas; es el agua que te falta porque se la diste a alguien que la necesitaba más que tú; es, sencillamene, vida.

     Cuando uno deja a un lado la competición, se sumerge en un océano de nuevas sensaciones. La gran mayoría disfruta de las salidas de fin de semana, especialmente ahora que comienza el buen tiempo. Algunos van un poco más lejos, y programan salidas de varios días, a la aventura, con la tienda de campaña a cuestas. Por último, hay una categoría especial dentro del ciclismo con alforjas... la de aquellos [locos] para quienes las únicas fronteras que les hacen detenerse son las continentales. Entonces la ruta se convierte en gesta: recorrer América desde Alaska hasta la Tierra del Fuego ha sido una de las últimas que he tenido la ocasión de leer. Pero una de las más impactantes fue la protagonizada por un español, Diego Ballesteros, que pedaleó 12.822 km, exactamente los que separaban la Expo de Zaragoza de las Olimpiadas de Pekín en el año 2008, aventura que narra en el libro 12.822 km. De Zaragoza a Pekín en bicicleta, Huesca, 2012. Podéis descubrir más en sus páginas y también a través de su blog personal: De la Expo a las Olimpiadas

Diego Ballesteros

     Visita virtual que, dicho sea de paso, os la recomiendo con vehemencia. En ella descubriréis un giro del destino caprichoso, que golpeó a Diego Ballesteros donde más podía dolerle. Tras la aventura por Oriente, la vida ciclista de Diego continuó por otros continentes. Dos años después, competía por equipos en la Race Across America, con la idea de cubrir los 5.000 km que separan la costa Oeste de la costa Este de Estados Unidos. Pero él acabó la carrera en Wichitta, exactamente en el punto en que un coche lo arrolló, rompiéndole las cabezas de los dos peronés, la cadera, varias costillas, el esternón y, por si fuera poco, cuatro vértebras quedaron dañadas de manera irreversible. El conductor del coche, un chico de 20 años, simplemente se había despistado rebuscando algo en la guantera, en el momento más inoportuno. La médula espinal de Diego quedó inválida desde el pecho hacia abajo, según él mismo explica en una entrevista a La Vanguardia que destaca por un titular esperanzador: ¿Cómo voy a quejarme yo?

     Lejos de suponer el punto y final a su carrera deportiva y vital, Diego continuó luchando con el apoyo de su novia (que también merece una mención al valor). Actualmente sigue compitiendo, aunque ahora lo hace en una bicicleta adaptada, lo que se conoce como handbike. No dejéis de ver este vídeo.

La handbike de Rafa Botello: http://rafabotello.blogspot.com/2010/04/handbike.html
     Esta tarde soy yo, Ainhoa, quien escribe estas líneas. Los que me conocen saben lo especial que es esta historia para mí. La bicicleta me ha devuelto una calidad de vida a la que ya no creía posible aspirar. Sufro una lesión de espalda congénita conocida como espondilolisis con espondilolistesis que provoca fuertes dolores lumbares y un riesgo mayor a acabar con una sección de médula ante un impacto tan tonto como un culetazo. Hoy escribo esta entrada usando únicamente mi mano derecha. Hace dos días sufrí un accidente con la bici, completando el anillo verde de Madrid, que no tiene ninguna dificultad técnica ni entraña ningún riesgo en sí mismo, ya que transcurre en su totalidad por carril-bici. Pero, al igual que le pasó a Diego, se me cruzó un chico joven, que se despistó mirando los platos de su bici nueva, e invadió mi carril en el preciso instante en que yo pasaba a su altura. Aunque tuvieron que darme varios puntos de sutura en una mano, no me dolía, Gabriel y yo sólo pensábamos en la espalda que, afortunadamente, no sufrió demasiado. Todos nos hemos despistado en alguna ocasión. Todos hemos sido jóvenes e inconscientes de los peligros que pueda acarrear una acción baladí. Un accidente es un guiño macabro del destino, pero está en nuestras manos torear al morlaco.

     La bicicleta te enseña lecciones de vida que no puedes obviar en tu día a día. Por eso, aunque sea sin la compañera de dos ruedas, es importante siempre seguir rodando.

1 comentario:

  1. Preciosa la entrada Ainhoa. Los que te conocemos seguro que estamos de acuerdo: eres todo un ejemplo de superación.
    ¡Un beso fuerte y a seguir rodando!

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